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lunes, 11 de enero de 2010

Sospechosa “autarquía” del Banco Central


Por Sebastián Casco (1)


Funciones del Banco Central


El sistema monetario-financiero es a la economía lo que el sistema nervioso al cuerpo humano. Desde luego se trata de una simplificación. Pero de ser así, el Banco Central por extensión deviene a ser entonces el cerebro de nuestra nación en lo que a materia económica refiere. Centro de supervisión de la economía y responsable de la coordinación de múltiples y diversas tareas, se encuentra funcionalmente dividido en dos hemisferios. Uno de ellos se encarga de la política monetaria. El otro, de la financiera.
Analizado desde su naturaleza y objeto jurídico, es una entidad autárquica del Estado nacional. En la formulación y ejecución de las políticas que emanan de él, por disposiciones establecidas en su Carta Orgánica, el Banco no está sujeto a órdenes o instrucciones de quienes tienen a su cargo el rumbo económico del país. Cómo y cuáles han de ser las relaciones legales entre el Banco y quienes trazan el destino nacional, no parecerían estar actualmente contempladas. El gobierno y el Banco se nos presentan como si fuesen dos cosas separadas e independientes. Cuestiones macroeconómicas por aquí, política por allá.
Sintéticamente explicado, el Banco Central es quien tiene la potestad de fijar qué cantidad de billetes circulan por el país, cuán fácil y accesible es la posibilidad de retirar un préstamo bancario, y qué tasas de interés pagar por esta operación. Además de cumplir su función como superintendencia de bancos (es decir, como regulador y prestamista de última instancia del sistema bancario), actúa como el agente financiero del Estado Nacional (ante instituciones internacionales y otros Estados) y es el encargado de administrar las reservas en oro, divisas o cualquier otro activo externo, que el país posea. Pero primaria y fundamentalmente, según lo establece su Carta, es el encargado de preservar el valor de la moneda. Es decir, no solo decide cuántos billetes, cómo conseguirlos y cuánto pagar por ellos, sino que principalmente vela por que esos papeles valgan lo que dicen valer.
Es así como el buen funcionamiento de la economía depende en gran medida de esta institución. Es en el Banco Central donde se concentran los resortes y engranajes básicos sobre los que se estructura toda la actividad económica del país. Tal es la importancia que reviste. Resulta llamativo entonces que no existan pautas claras acerca de como han de relacionarse el gobierno y el Banco, cuando todo pareciera indicar que cierta dirección, o cuanto menos alguna tarea de coordinación, debería ser imprescindible.


Reforma a la Carta Orgánica

A comienzos del 2007 se presentó en el Congreso un proyecto de ley para modificar algunas disposiciones de la Carta Orgánica del Banco Central. La propuesta versaba sobre dos ejes. Por un lado, profundizar sus atribuciones. Es decir, que su tarea primordial no fuese sólo “preservar el valor de la moneda” sino que además se persiguiesen políticas de crecimiento económico y pleno empleo. Por otro, redefinir la autonomía de la institución, teniendo que coordinar entonces la formulación y la ejecución de las políticas monetarias y financieras con el Poder Ejecutivo, pero sin estar sujeto por ello a instrucciones ni ordenes de éste con respecto al manejo de los instrumentos de su competencia.
El proyecto fue el inicio de una serie de discusiones que actualmente han caído en el olvido. Los grandes medios de comunicación, recogiendo el pensamiento económico dominante de nuestro tiempo, pusieron su grito en el cielo e informaron acerca de la “aberración institucional absoluta” que semejante reforma significaba. La polémica estaba planteada. El debate perduró algunas semanas y finalmente el proyecto no prosperó. Apoyándose en algunas nociones y argumentos que la ciencia económica hoy sostiene, y con las opiniones doctas de grandes analistas, fue así como la autonomía y las atribuciones del Banco Central fueron resguardadas. En el fondo, lo que prevaleció fue la idea de que el Banco Central debería funcionar como un órgano meramente técnico y apolítico. Sin más planteos, el debate fue archivado en el cajón del pasado.
Quizá no sea un mal momento para reflotar ese debate fundamental.

(1) Lic. en Relaciones Interacionales (UCA), Investigador del I.F.P. "Raúl Scalabrini Ortiz"

jueves, 7 de enero de 2010

"Cómo se maneja la economía argentina por control remoto" (1956)


(Extractos del texto de Raúl Scalabrini Ortiz, publicado en el compendio Bases para la reconstrucción nacional, en 1956)

Durante el siglo pasado, y hasta 1914, Londres maneja el oro del mundo y el crédito, que no es más que el derecho a manejar, durante un breve tiempo, un poco de ese oro.
[…]
El oro de Londres pasa por un país y se vuelve a ir. Por donde pasa, el oro de Londres deja sembrados capitales británicos invertidos en ese país, que los pueblos deben reverenciar hasta la eternidad, con la pleitesía del interés. La escuadra británica custodia por los exóticos mares ese inusitado fluir y refluir de oro y mercaderías, en que el oro va y viene mientras que las mercaderías solamente van.
La guerra de 1914-1918, además de algunos millones de muertos, tuvo dos consecuencias secundarias e igualmente perniciosas. La primera fue el afincamiento en Rusia de un sentimiento, más que de una idea, de repulsa para el oro y para todo lo que él simboliza y representa. La segunda nefasta consecuencia provino de la inesperada avaricia de los "cow-boys" norteamericanos que embretaron a casi todo el oro del mundo y se negaron a desprenderse de él, aunque no sabían –y aun no saben- en qué menesteres utilizarlo.
[…]
[Tras la guerra de 1914-18] Gran Bretaña descubre algo que es más prodigiosamente asombroso que la desintegración del átomo. Gran Bretaña descubre que el oro, el metal que tintinea en el fondo avaricioso de toda la humanidad, el oro que Drake hurtó a los galeones españoles que se lo habían hurtado a los aztecas y a los incas, el oro que buscó Marco Polo y Cristóbal Colón y cuya sugestión cantó Rubén Darío, puede ser sustituido con ventaja, como unidad de valores, por una relación numérica con un billete tipo y un grupo de números índices que los estadígrafos proveen con generosa abundancia. La institución especializada en el manejo de la nueva piedra filosofal se denominará Banco Central.
Londres crea así una zona del mundo en que su voluntad reina soberana: es el área de la libra esterlina. Allí el comercio continúa sin abandonar el patrón oro teórico, pero sin preocuparse demasiado por ese metal en sí mismo ¡que es tan pesado! La nueva técnica y la nueva institución se distribuyen por el mundo. Primero se impone a los vencidos en la guerra –Plan Dawes-, luego a los países subordinados.
[…]
El Banco Central de la República Argentina fue inaugurado el 6 de junio de 1935. Para que nos enteráramos de la importancia que Gran Bretaña acordaba a su fundación, el Banco de Inglaterra delegó especialmente a uno de sus directores, Sir Otto Niemeyer.
[…] Para dar una idea aproximada de su poder se ha dicho que el banco Central es un estado dentro del estado. La frase peca, no por ampulosidad, sino por deficiencia. Desde el punto de vista de la economía y de las finanzas, que con excepción de los valores inmateriales, constituye toda la vida del país, el Banco Central, en su estructura de 1939, es mucho más poderoso que el Estado argentino. Obedeciendo a razones que desconocemos, el embajador norteamericano, Mr. Willam Beaulac, nos lo ha reconocido sorpresivamente hace poco, al decir: "Los problemas económicos no se resuelven con votos". Ya lo sabemos. Los resuelve el Banco Central, que está por arriba de la política.