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domingo, 9 de agosto de 2009

Rumores de guerra


Por Javier Arakaki


La Sociedad Rural se siente en guerra; y lo expresa en más de una declaración pública de sus agentes.

Durante el conflicto de 2008, por ejemplo, se han dado el lujo de “otorgar treguas”, como bien lo observó el Dr. Pierbattisti (1). Han llamado “provocación” a toda medida económica oficial que no fuera lo que ellos pretendían, dando por normalizada su posición parcial. Ya en 2009, en plena campaña electoral, el señor Chemes, de la FARER de Entre Ríos y candidato a legislador por la Coalición Cívica, dijo que tirarle huevos al diputado Rossi era “[…] como en la guerra, hay que ir matando a los de la primera fila […]” (2). Y hasta el propio periodista orgánico Joaquín Morales Solá reconoció este sentir bélico cuando en su editorial del lunes pos-electoral, del 29 de junio, reflexionó: “[…] Néstor Kirchner se condenó a sí mismo a la derrota el día en que les declaró a los ruralistas una guerra perpetua” (3).

¿Son gratuitas, sin sentido o al azar estas declaraciones beligerantes…? No lo creo. Creo más bien (con Juan Carlos Marín (4)) que la “salida democrática” y “la paz y el orden constitucional” del último cuarto de siglo se fundó sobre un sutil artilugio: el ocultamiento del bando vencedor en la guerra civil de los ´70. Cuando pensamos en el Proceso de Reorganización Nacional no solemos pensar inmediatamente en la alianza cívico-militar que lo llevó adelante, sino que sólo decimos: “la dictadura militar”. La responsabilidad de los ´70 recae desde entonces sobre las guerrillas, tres militares loquitos y un viejo borracho, pero nunca sobre los grandes propietarios del país. Se ha normalizado la invisibilidad del sostén económico e ideológico del Proceso. Y el 11 de marzo de 2008, de manera acaso torpe e inusitada, el kirchnerismo rompió esa tregua de ocultamiento que fundó esta última etapa de constitucionalidad democrática, y puso nuevamente en el centro de la confrontación política a la vieja Sociedad Rural Argentina.

La Sociedad Rural Argentina… Familias que mediante victorias militares como las de Pavón o la Campaña al Desierto terminaron de apropiarse -de hecho y de derecho- de las tierras fértiles de la pampa húmeda. Que desde 1866 se agrupan en entidad corporativa y que, a través del Modelo Agro-Exportador, insertaron al nuevo Estado-Nación surgente de las guerras civiles decimonónicas a un mercado mundial conducido entonces por Gran Bretaña. Que de alguna manera le dieron forma a la moderna Nación Argentina, tamizando, entre otras cosas, el color de la bandera (tras la Batalla de Pavón, el azul turquesa de las bandas horizontales se convirtió en celeste claro). Y que cada vez que se sintieron amenazados en sus posiciones de poder tuvieron la determinación moral de librar guerras de exterminio contra su enemigo (como la última, hace 30 años). Pero que desde 1983 habían “desaparecido” de la primera plana de las confrontaciones políticas, desarrollando la estrategia del vampiro que tan bien señalara Bram Stoker, autor de Drácula: “su poder radica en hacernos creer que no existen”. Por eso les molestó tanto que el 11 de marzo de 2008 hayan vuelto a quedar en el centro de la escena pública. Que se los vuelva a nombrar, ya sea para atacarlos como para defenderlos. Y fue esa la gota que rebalsó el vaso en su relación con el kirchnerismo: no le perdonan haberlos vuelto visibles otra vez.

La Sociedad Rural se siente otra vez asomada al campo de batalla de una guerra que había considerado terminada hace más de 30 años, en la que, entre desaparecidos, muertos y exiliados, eliminó de la vida política a cerca de 2.500.000 argentinos de entre 20 y 30 años de edad (5), en un país –en aquel momento- de 25.000.000 (es decir: 10% de la población concentrada en una generación). Y por sus declaraciones presentes dejan saber que son capaces de ir por más, por eso Biolcati, el 13 de marzo de este año en Córdoba, en ocasión del acto por el aniversario de la formación de la Mesa de Enlace, se sintió con el ímpetu necesario para decir que: “quiero pensar que lo de la Presidenta es sólo pirotecnia y no una declaración de guerra” (6). Como demostrando que levantaron el guante, pelearon, y en el mejor de los casos ofrecerían una nueva tregua en caso de que el enemigo retroceda, mostrando que lo que pasó hasta aquí fueron apenas balas de salva…

Y para enfrentar este nuevo desafío bélico, la Sociedad Rural sabe que su gran problema es lograr lo que desde 1916 no pudo realizar nunca: convencer al diverso (y adverso) electorado de apoyar su proyecto sectorial. Lo que desde una óptica de análisis político podríamos llamar: construir hegemonía. La Sociedad Rural nunca pudo construir su propio “partido de masas”, por eso a lo largo del siglo XX debió recurrir al “partido militar” para imponer sus decisiones. Luego sí, durante el menemato, y mediante los Alzogaray y los Alemann, logró conducir al gran partido de masas argentino. Y desde el 11 de marzo de 2008 se está moviendo de manera muy atenta en esa dirección.

El primer paso en la construcción de un nuevo bloque hegemónico fue fundirse con otros sectores, incluso con algunos que fueron abiertamente enemigos suyos durante años, en la autodenominada Mesa de Enlace. Una vez instalada la Mesa de Enlace en la escena pública, infiltraron sus propios candidatos en las más diversas listas de la oposición. Tras las elecciones del 28 de junio, y siguiendo esta misma lógica, se adjudicaron el 59% de los votos (7). Luego, a los pocos días, sentaron para la foto a todo el arco opositor en la misma mesa, presidida por la Mesa de Enlace. Y en la apertura de la muestra de Palermo, del 2 de agosto de 2009, hablaron abiertamente en nombre de la conciencia cívica, anunciando explícitamente la constitución de una nueva fuerza que ya tendría un programa, consensuado con todo el arco opositor, “para salir de la crisis y terminar con la pobreza” (8). Y ahora van por más. Van por el gran mascarón de proa de toda alianza que pretenda ser hegemónica: buscan, nuevamente, arrogarse la representación de la nación.

“Cuando se ataca al campo se ataca a la Argentina” (9), decía Miguens en su discurso en Palermo en 2008. “Cuando el campo dice patria piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo” (10), aclaró Biolcati en el mismo escenario, pero hace apenas unos días. La nación que piensan y sienten los propietarios agrupados en la Sociedad Rural, y que proclaman a diario en la “tribuna de doctrina” creada por uno de sus padres fundadores -cuyo nombre es redundante en este aspecto: La Nación-, es la nación que pensó en 1910 el movimiento intelectual hoy conocido como primer nacionalismo cultural. En vísperas del Centenario de la separación del puerto de Buenos Aires del control político del Reino de España, Manuel Gálvez y Ricardo Rojas entre otros, argumentaban que en oposición a la vida cosmopolita de Buenos Aires -donde por entonces el 60% de los habitantes era inmigrante-, la “verdadera nación” se hallaba en el interior, en los pequeños pueblos de campo, en la figura simbólica del ya extinguido gaucho de las pampas… Todos esos recursos ideológicos han sido movilizados desde el 11 de marzo de 2008. No es casual que Biolcati comenzara su discurso de Palermo citando al Martín Fierro.

Y por si esto fuera poco, nuestra “clase media”, nuestra “gente”, o mejor dicho: esa actitud de medio pelo de la sociedad argentina que todos, en distinta medida, llevamos dentro, nuevamente es funcional a los poderosos de siempre reeditando la Teoría de los Dos Demonios. En su editorial del 29 de julio, otra vez Morales Solá, que también sabe encarnar este papel, dice: “Una constatación surge de la actual y tensa relación entre el Gobierno y el sector rural: los dos están llegando a los umbrales del diálogo sin haber creado el clima de los que quieren dialogar. […] Los argentinos suplicaron una tregua en las últimas elecciones, pero ninguna tregua es duradera cuando se la impone desde la barricada o la diatriba, desde la amenaza o la represalia.” (11) Como vemos, en este breve párrafo también se está dando la disputa por la resignificación acerca de qué es la nación o la patria, arrogando para sí una supuesta "verdadera argentinidad”, puesto que dice: “[...] los argentinos [que parecerían ser sólo espectadores] suplicaron una tregua […]”, ¿Quiénes son “los argentinos” en este texto…? ¿La gente del Grupo Clarín…? ¿Y a quiénes les suplicaron una tregua (de guerra) “los argentinos”…? ¿A los dos demonios…?

Y entre estos chispazos de guerra desatados por la 125 el 11 de marzo de 2008 –día del 35º aniversario del triunfo electoral de la fórmula Cámpora-Solano Lima en 1973-, el gobierno cometió dos errores garrafales, por un lado, abrió dos frentes a la vez: la Sociedad Rural (“el campo”) y el Grupo Clarín (“la gente”); y por el otro, no desarrolló una logística con la tropa propia: el 11 de marzo de 2008 “la militancia” se enteró por TV que se rompía la tregua con la Sociedad Rural. Y los errores se pagan. Y el kirchnerismo, que en diciembre de 2007 tenía cerca del 70% de imagen positiva entre la población de electores, fue duramente derrotado dos veces en apenas 15 meses. Pero también ese mismo kirchnerismo logró “partir aguas”, e instalarse en la escena política nacional como la primera minoría. Y para una fuerza política que hace 6 años está en el gobierno, y que enfrentó una elección legislativa -que generalmente dispersa el voto- en medio de una confrontación abierta con los grandes terratenientes que le hablan de guerra, y con uno de los conglomerados de medios más grande de América Latina que opera en la Bolsa de Londres y cuenta con un 10% de inversión de la Goldman Sachs (12), obtener un piso de 1 de cada 3 electores, no es nada poco. Un trabajo profundo en la organización de ese 33% es lo que va a instalar al kirchnerismo directamente en un escenario de ballotage para el 2011.

He aquí la batalla de la hora. La guerra en la que se siente inmersa la Sociedad Rural es una guerra tan vieja como la argentina misma. Su batalla actual es contra el kirchnerismo, esa fuerza política que rompió la tregua que este mismo conglomerado de terratenientes le otorgó al pueblo argentino tras la guerra civil que ganaron en los ´70. Tregua que consistió, durante 25 años, en el ocultamiento del bando vencedor. Ocultamiento que “la 125” develó de manera torpe y desorganizada, pero justa.


Javier Arakaki,
Sociólogo, Docente, e Investigador del Instituto de Formación Política “Raúl Scalabrini Ortiz”.

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NOTAS AL PIE
(1) http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/107067-33765-2008-07-02.html
(2) http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-125893-2009-05-31.html
(3) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1144811
(4) http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/dialogos/21-118494.html
(5) González, Julio, Tratados de paz por la guerra de Malvinas, del Copista, Buenos Aires, 2005. (p.35-36)
(6) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1108147
(7) http://www.clarin.com/diario/2009/07/02/elpais/p-01950611.htm
(8) http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-129288-2009-08-02.html
(9) http://institutoscalabrini.blogspot.com/2008/12/miguens-la-sra-y-una-idea-de-nacion.html
(10) http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-129288-2009-08-02.html
(11) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1156130
(12) http://ar.reuters.com/article/topNews/idARN2939469820090629

lunes, 25 de mayo de 2009

En torno al 25 de mayo de 1810...


*Por Javier Arakaki

…en 1804, en Londres, Sir William Pitt, héroe de las campañas militares británicas en norteamérica y por entonces Primer Ministro del Reino Unido, diseña una estrategia militar para despojarle al Reino de España sus colonias en América central y del sur. El Reino de España era enemigo abierto del Reino Unido desde 1776, cuando los ibéricos apoyaron la independencia de las colonias inglesas en América del norte (hoy los EEUU). El plan que William Pitt diseñó en 1804 consistía en: ingresar por Buenos Aires; ganar el apoyo de los lugareños; avanzar con un ejército criollo al mando de británicos hacia Chile (por mar o por tierra); y desde allí, por vía marítima, atacar el Callao en Perú. Mientras tanto, debía también ser ocupada Venezuela y mediante el mismo método –armar un ejército de criollos al mando de británicos- se debía avanzar por el norte hacia el Perú y reunirse allí con las tropas que llegaban desde Buenos Aires.

Sir William Pitt era el jefe político de George Canning, quien por 1804 ocupaba el puesto de Tesorero de la Armada Real (Royal Navy).


…en 1806, 1.560 soldados ingleses a las órdenes del General Beresford, desembarcan en Quilmes y ocupan sin resistencia Buenos Aires. Se ponía en marcha el plan diseñado dos años antes por William Pitt. Pero a los pocos meses, un ejército de españoles y criollos a las órdenes del francés Santiago de Liniers reconquistaban la ciudad porteña.

El mismo año de 1806, Francisco de Miranda, líder de la Logia Americana que funcionaba en Londres -donde se formaron política y militarmente los futuros referentes de las independencias americanas, y en referencia a la cual San Martín fundara unos años después la Logia Lautaro de Buenos Aires- ocupaba Venezuela. También fracasó en ese intento.


…en 1807 los ingleses vuelven a intentar una invasión a Buenos Aires, esta vez con 12.000 hombres a las órdenes de John Withelocke. Los lugareños resisten la invasión militar (la gesta del “aceite hirviendo desde los balcones…”).


…en febrero de 1809, una España ocupada por los franceses de Napoleón designa como nuevo Virrey del Río de la Plata al Gral. Cisneros. Este viene a reemplazar en su cargo a Liniers y, entre otras cosas, a llevar a cabo un acuerdo firmado ese mismo año entre el Ministro Apodaca del Reino de España y George Canning del Reino Unido de Gran Bretaña (conocido como Tratado Apodaca-Canning). El tratado se firmó con el fin de frenar las agresiones militares mutuas entre ambos reinos ante el avance del Imperio Francés; y consistía en ayuda militar de Inglaterra a España en su guerra contra Napoleón, a cambio de abrir los puertos del Río de la Plata al comercio británico.

El 6 de noviembre de 1809, el Virrey Cisneros promulga el Edicto de Libre Comercio que abre el puerto de Buenos Aires a los productos británicos. Junto a las mercancías inglesas llegaron mercaderes súbditos de dicha Corona que se afincaron en Buenos Aires. De entre ellos el más notorio fue Alexander Mackinnon, quien organizó aquí la British Commercial Room.


…el 19 de mayo de 1810, y como medida preventiva ante la anarquía de una España ocupada y una posible injerencia de una potencia extranjera en tal situación política crítica del vierreinato, el Virrey Cisneros dispone que los súbditos de la Corona Británica debían abandonar Buenos Aires de inmediato. El mismo día comienza intempestivamente “la semana de mayo” que culmina en la Revolución. Alexander Mackinnon tuvo activa participación en la formación de la Primera Junta de gobierno.


…en 1812, a bordo de la fragata “George Canning”, llega a Buenos Aires el General San Martín. No deja de ser llamativa la semejanza de la futura estrategia militar sanmartiniana en su guerra contra España, con la que William Pitt diseñara en Londres en 1804.


…ya en 1824, y tras la derrota española en la Batalla de Ayacucho que marcara el fin del dominio español en suramérica, George Canning, siendo por ese entonces Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, declaraba: “La cosa está hecha, la cuña está puesta. Hispanoamérica está libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, será inglesa.”.

Ese mismo año de 1824, Bernardino Rivadavia acuerda con la banca Baring Brothers de Londres un empréstito de un millón de libras esterlinas al Gobierno de Buenos Aires. Dicha deuda sería cancelada recién en el siglo XX.


…un año después, en 1825, se firma en Buenos Aires el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Reino Unido de Gran Bretaña. El artífice principal de dicho tratado fue George Canning. Fue el primer tratado que firmara la futura República Argentina con un país europeo. El tratado fue ratificado el 19 de febrero por el gobierno de Buenos Aires y el 10 de mayo por el de Londres. A los pocos días, Canning depositó el documento en la Cámara de los Comunes, donde fue recibido con el asentimiento general. Fue, de hecho, el primer reconocimiento de independencia a un país de suramérica por parte del Reino Unido.

Apenas dos años después, en 1827, Canning asumía el cargo de Primer Ministro del Reino Unido.


…un 31 de mayo, pero ya de 1974, durante su última presidencia y un mes antes de morir, don Juan Domingo Perón firmaba el decreto que le cambió el nombre a la Av. George Canning de la Ciudad de Buenos Aires por el de Raúl Scalabrini Ortiz, en honor al ya fallecido pensador argentino que, entre otros textos esclarecedores, publicó en 1940 su análisis sobre la Política británica en el Río de la Plata.



martes, 7 de abril de 2009

Fútbol, neoliberalismo y soberanía nacional

Por Javier Arakaki

El pasado domingo 15 de marzo, el periodista deportivo Enrique Macaya Marquez se despachó con un largo y “político” comentario sobre unos “incidentes protagonizados por la barra brava de Boca”. Al respecto reprodujo la vulgata de siempre sobre la violencia en el fútbol, pero agregó algunas declaraciones más que interesantes… Entre otras cosas dio a entender que, “por el tema de la violencia en el fútbol”, existe en este momento un proyecto de intervención de la AFA por parte del Poder Ejecutivo Nacional, lo cual, para el periodista deportivo, sería todo un despropósito. Y lo que queremos brevemente analizar en este artículo es el argumento esgrimido por dicho periodista de por qué sería un despropósito que “el Estado” intervenga la AFA.

Sin dejar de referirse ni un instante en forma sarcástica y despectiva a dicha posible intervención, Macaya señaló, palabras más, palabras menos, lo siguiente:

a) la AFA es una confederación de entidades públicas (los clubes), pero es a su vez una “entidad privada”;

b) la AFA está afiliada a la organización internacional FIFA, “que cuenta con más países afiliados que la ONU” (Macaya dixit);

c) una intervención del Estado en uno de los brazos de la FIFA (en este caso el brazo sería la AFA), generaría una posible desafiliación de la AFA para participar en torneos internacionales, con todos los inconvenientes del caso.

Tenemos aquí varios elementos para analizar.

Por un lado reeditó, en el ámbito del fútbol, la vieja perorata liberal: que el Estado no intervenga en el accionar de las entidades “privadas”, aun cuando ellas, como en el caso de la AFA, tenga una fortísima impronta sobre la vida pública. Sabemos que para la clásica concepción liberal, el Estado sólo debe servir para proteger las propiedades y el comercio -lo que comúnmente se asocia a la noción de seguridad-; y a su vez dejar hacer a los “individuos” –lo que comúnmente se asocia a la idea de libertad (de mercado). Pero desde otra concepción antropológica, no puede concebirse al individuo, ni a sus actividades “privadas”, como islas independientes del orden social en el que han surgido y donde estas se desarrollan; de esta manera, el Estado, sería la forma de manifestación de la vida en común del pueblo que conforma la nación, y por lo tanto, tendría pleno derecho a intervenir en las “actividades privadas”, y más cuando estas afectan a grandes masas de la población, como es el caso de la AFA.

Pero en las declaraciones citadas podemos hallar además otra confrontación ideológica que hace a nuestra agitada vida política en esta coyuntura mundial: ¿hasta dónde llega la soberanía de un estado-nación? En su argumento, el conductor de Fútbol de Primera fundamentó la no-intervención del Estado en la AFA no sólo en el clásico discurso liberal de la actividad privada ya mencionado, sino también en el discurso neoliberal de la “globalización”. Al referir que la FIFA tiene “más países afiliados que la ONU, el periodista buscó darle una legitimidad de origen a la misma otorgándole un rango de “ente internacional”; pero al decir que la AFA es una especie de brazo de la FIFA, y que si el Estado argentino la interviene estaría forzando una posible desafiliación -como si se afectara con esa acción el territorio de un ente soberano-, está dándole a la FIFA un rango trasnacional

Y ahí es donde se hace presente toda una serie de instituciones que nacen al calor de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, desde cuando el neoliberalismo viene construyendo ese rango de trasnacionalidad para diversas instituciones, como: las grandes corporaciones económicas privadas, el FMI, el BM, la intervención militar trasnacional a través de los “cascos blancos” y los “cascos azules”, el Tribunal Penal Mundial inaugurado con el desmembramiento de la Europa del Este… y en este caso, Macaya Marquez le otorga explícitamente ese mismo rango a la FIFA. Y entonces he aquí el debate en cuestión: ¿qué pasa con la soberanía de un estado-nación sobre su territorio y su población con esta intervención de entidades trasnacionales, siendo que hasta aquí dicha soberanía de acción sobre el propio territorio fue prácticamente el fundamento mismo de la existencia de los estados-nación? ¿Desde qué perspectiva se busca fundamentar que el Estado no tiene derecho a intervenir una entidad que afecta profundamente vastos movimientos de vastas masas de la población del país…?

Como vemos, en un “inocente comentario” sobre la violencia en el fútbol podemos hallar subrepticias actualizaciones de viejos y profundos debates ideológicos que cuentan con no menos de dos siglos de existencia, y que eximen de “ingenuidad” a todo portador de los mismos en cualquier escenario de masas que lo esgrima.

PD: …las relaciones establecidas en este artículo entre un deporte un la soberanía nacional pueden parecer una exageración, pero contamos con evidencia empírica sobre la fuerte influencia que ejerce “el fútbol” en la conformación de las identidades colectivas –como lo es la identidad nacional- entre los jóvenes.


martes, 2 de diciembre de 2008

Miguens, la SRA y una idea de nación

Por Javier Arakaki


El p
asado sábado 2 de agosto de 2008, en su discurso de inauguración de la muestra anual de la Sociedad Rural Argentina, su presidente, Luciano Miguens, dijo:

“Nuestra identidad como país, ‘el ser nacional’, está inexorablemente ligado al campo, a nuestra cultura y nuestros valores. […] Así, cuando se ofende al campo, se ofende al pueblo, y cuando se ataca al campo se ataca a la Argentina”. (Página12, domingo 3 de agosto de 2008)

Como vemos, su argumento se posa sobre dos grandes asociaciones: campo-pueblo y campo-nación. ¿Es casual esta asociación? ¿Es arbitraria? ¿Es exagerada? Comencemos a reflexionar sobre estas preguntas de a una.

¿Asociación casual…?
Como primer punto derribemos la sola sospecha de que esta evocación pudo habérsele ocurrido a Luciano Miguens o a alguno de sus asesores, no: esta asociación, en la Argentina, tiene al menos 100 años. Su génesis la encontramos en los debates del denominado primer nacionalismo cultural de la década de 1910.
Es historia conocida que Sarmiento, entre otros liberales de la segunda mitad del siglo XIX, promovió la inmigración europea con el fin de “civilizar” el país. Pretendía Sarmiento que la cultura urbana europea (luego de un abierto genocidio) iba a terminar de modificar las costumbres de los que él consideraba “bárbaros” o clases ociosas: los indios y los gauchos. Para los liberales del siglo XIX el campo era sinónimo de barbarie y atraso.
Pero una vez erguidos en el poder central a partir de 1862, fundada la SRA en 1866, y realizada con éxito la Campaña al Desierto que terminaba de incorporar las tierras fértiles a la lógica del mercado mundial hegemonizado entonces por Inglaterra en 1880, los mismos liberales que combatieron ideológica y militarmente al “campo bárbaro” habitado por indios y gauchos, se autoproclamaron los nuevos propietarios de los campos; y desde entonces se pensaron como los nuevos propietarios del país.
Estos nuevos y grandes propietarios rurales (los que la liturgia nacional-popular reconoce como “oligarcas”) pensaron un país a su antojo: un campo agroexportador ligado a un mercado hegemónico (por entonces el inglés); y una ciudad, Buenos Aires, que emulara las virtudes arquitectónicas y de consumo de las grandes urbes europeas, donde pudieran ellos vivir como europeos en esta Sudamérica que nunca reconocieron como par. Buenos Aires se convertía así en la Atenas del Plata.
Pero hacia 1910 la coyuntura presentaba un debate nuevo: por un lado, la cercanía del Centenario de la Revolución de Mayo incitaba a los intelectuales de la época a reflexionar sobre “la nación” y “lo argentino”; por el otro, la incesante inmigración de trabajadores europeos que desde hacía más de 30 años era fomentada por el propio estado argentino arrojaba sus frutos impactantes: en Buenos Aires, 6 de cada 10 habitantes eran extranjeros. Y entonces se produce una transposición conceptual clave en la cabeza de los intelectuales de la oligarquía que por entonces pensaban en estas cuestiones: la “problemática social” que generaba la inmigración (problemas edilicios, de comercio, de delincuencia menor…) fue asociada a la “problemática nacional” . Las clases terratenientes no estaban dispuestas a compartir su renta con los nuevos habitantes de las ciudades ni con los nuevos pequeños productores agrarios . Las confrontaciones de clase se leyeron entonces en términos de confrontaciones nacionales. Es así que en la definición de “qué es lo argentino” se jugaba en realidad la distribución de los privilegios socio-económicos. Y es en ese contexto que surgen los pensadores nacionalistas defensores de los privilegios de los terratenientes que formulan precisamente la asociación que Luciano Miguens pronunció el sábado 2 de agosto de 2008 en Palermo, casi 100 años después.
Para pensadores como Manuel Gálvez o Ricardo Rojas, considerados los mayores expositores de un movimiento intelectual que se recuerda hoy como primer nacionalismo cultural, Buenos Aires expresaba un “cosmopolitismo extranjerizante” que había que combatir, y había que buscar los fundamentos de la “verdadera nacionalidad argentina” en los habitantes de los pequeños pueblos del interior, que eran los únicos territorios habitados en su mayoría por argentinos nativos. En la cabeza de estos pensadores “el campo” asumía las características de una territorialidad que le imprime a su vez a sus habitantes la “reserva de la nacionalidad” ante la ciudad cosmopolita. Se invertía así el par civilización-barbarie que había creado Sarmiento en el siglo XIX: hacia 1910, y desde la visión de estos pensadores, la ciudad era bárbara y el campo civilizado. Queda así fundada y constituida la asociación que nombramos al principio: campo-nación y campo-pueblo.
Y esta asociación reiterada subrepticia e incesantemente en textos escolares, dichos del sentido común, Procesos de Reorganización Nacional y grandes proclamas en Palermo hace que, a un siglo de su génesis, un vasto sector de la población argentina considere “normal y verdadero” lo que dijo Miguens el sábado.

¿Asociación arbitraria…?
¿Es arbitraria esta asociación campo-nación? Sin dudas. Es más: podríamos decir que es ideológica en su sentido más profundo.
El concepto de ideología, para la teoría sociológica, remite al artilugio de semántica política que convierte a la parte en el todo; es decir, que presenta como una realidad de la totalidad lo que es la concepción del mundo de una parte. A través de la ideología las clases o sectores dominantes logran que sus intereses particulares sean defendidos por una totalidad más grande y más diversa, aun en contra de sus propios intereses.
La ideología se transmite a través de las más diversas formas: la religión, las “buenas costumbres”, la familia, la escuela, el nacionalismo…
Pensemos con la lógica de Miguens: si ofender al campo es ofender a toda la nación, entonces el campo es la nación, y entonces los representantes del campo son los representantes de la nación, y entonces ¿para qué votamos…?

¿Asociación exagerada…?
Doscientas mil personas en Palermo y 24 horas insistentes de “realidad mediática” hacen que esta asociación ideológica no parezca tal, y pase desapercibida. Mostrar a sectores sociales y políticos tan diversos como los desocupados de Castells, los trotskistas o los pequeños productores de la FAA sosteniendo esta misma asociación ideológica hace que el sentido común la tome como realidad, y que por eso mismo funcione como tal.


Este artículo sólo pretendió desnudar la génesis de un discurso ideológico, que sutilmente genera el anclaje de una nueva hegemonía conservadora.